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Salvatore
Salamone

MAría luisa ortiz

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Tenía un sueño: que las mujeres de mi país vistieran una moda elegante como la que había visto en las calles de París durante mis estudios. Pero la vida me tenía preparada una transformación:
Se me presentó la oportunidad de participar en Identidad Colombia, un proyecto que unió moda elegante contemporánea y artesanía local. Eso cambió mi rumbo. Fui testigo de la pobreza de una región rica en técnicas ancestrales y mi manera de hacer moda se transformó. Además, entendí que había una profunda conexión en cómo enfrentaba mi oficio y la manera en que los artesanos lo llevaban a cabo. Encontré un lenguaje común a partir del oficio de la moda.

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La moda tiene el poder de transformar personas, vidas, oficios y, desde luego, el entorno. Por supuesto, no hablo de cualquier moda. Hablo de una moda elegante hecha a mano de manera consciente con todo eso.

A mí me transformó desde que era apenas una niña. Ver lo que le producía a mi mamá, una mujer que vibraba con el arte, la cultura, la literatura y con vestirse bien —y que, además, se divertía mucho haciéndolo —, y cómo le iluminaba la vida a las clientas de su tienda de ropa, dejó muy claro cuál sería mi rumbo.

Pero no me imaginaba construyendo ese camino de cualquier manera. Quería hacerlo lo mejor posible. Por eso estudié en L’École de la Chambre Syndicale de la Haute Couture Parisienne, en Francia, porque si hacía lo más difícil, podía con lo que se presentara.

Y así fue. Luego de realizar mis prácticas en los ateliers de Christian Dior y Christian Lacroix, decidí crear una marca de moda elegante con mi nombre.

Desde el comienzo, y gracias a mi carrera, entendí que me gustaba más el hacer que el ver. Es decir, amaba el oficio de la costura y lo que había tras bambalinas: escoger las telas y los colores, el proceso de diseño y creación, y emocionarme con las caras de mis clientas experimentando el resultado.

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Así, me di cuenta de que la moda era la herramienta de comunicación con el poder para dar a conocer a los artesanos y me monté en ese bus. De hecho, aún estoy en él.
Mi creatividad se transformó y mi mirada se amplió: empecé a observar mi entorno, mi país, mi cultura y el territorio que habitaba para crear mis colecciones. No pude volver a hacer moda como al comienzo; todas mis creaciones debían tener una conexión con los artesanos.

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Años más tarde, luego de la firma del Proceso de Paz, la vida me llevó a ver mi oficio con otros ojos y a abrazar la moda circular. Descubrí que en los residuos textiles había una oportunidad de generar ingresos para mejorar la calidad de vida de las víctimas del conflicto armado, los reinsertados y las poblaciones vulnerables, así que empecé a capacitar a microempresarios y emprendedores en la construcción de productos contemporáneos a partir de sobrantes de tela.

Esta elección no ha sido fácil, pero siento que mi oficio, así se vea como un grano de arena frente a la realidad de lo que el mundo necesita, es valioso y motiva un cambio. Cuando llegas a esa claridad, no puedes hacer las cosas de otra manera.

Y estoy segura de que se puede hacer moda de otra manera e impactar positivamente todo lo que te rodea.

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